Aunque el mareo es un síntoma muy frecuente, existe mucha confusión con este síntoma.
Además del mareo propiamente dicho, otras situaciones como vértigos, hipotensión, confusión mental o inestabilidad son descritas frecuentemente por los pacientes como mareos.
Sin embargo, son síntomas diferentes que tienen un origen distinto y, sobre todo, un tratamiento diferente.
El vértigo es un cuadro clínico producido por una alteración de la estructura del oído interno conocida como laberinto. Se origina por un proceso inflamatorio, desencadenado por infecciones víricas o por problemas vasculares. Suele aparecer de forma brusca y resulta muy invalidante porque el paciente tiene la sensación constante de que todo el entorno está girando a su alrededor, incluso cuando permanece echado en la cama. Tiene una duración entre dos y tres semanas, desapareciendo definitivamente a continuación aunque puede volver a aparecer.
Algunos pacientes tienen una tensión arterial demasiado baja que hace que no llegue bien el riego al cerebro, especialmente cuando cambian de postura al levantarse de la cama o de una silla. En este momento se desencadena el episodio de mareo por caída brusca de la tensión arterial –se llama hipotensión ortostática– obligando al paciente a volver a la postura inicial para compensar nuevamente la tensión. Estos episodios suelen aparecer por la mañana, pero en los pacientes tratados con hipotensores es frecuente que ocurran varias veces a cualquier hora del día.
La confusión mental, el embotamiento o la lentitud mental, se observa con más frecuencia por las mañanas después de levantarse. Algunos pacientes lo confunden con mareos, porque tienen la sensación de estar flotando y esto les impide realizar sus actividades con normalidad. Esta sensación desagradable puede durar varias horas por la mañana.
La inestabilidad es la consecuencia de la falta de ejercicio físico regular. Un paciente con mal estado de forma física carece de los mecanismos de control del equilibrio necesarios para realizar una actividad normal. La consecuencia inmediata es que ante un pequeño imprevisto los músculos del equilibrio no son capaces de compensar y el resultado suele ser un desequilibrio, un tropezón o una caída al suelo. Habitualmente el paciente lo explica diciendo que ha tenido un mareo.
Por último, tenemos lo que podemos considerar como verdaderos mareos, que probablemente son una consecuencia directa de la alteración del sistema nervioso autónomo. Suelen acompañarse de síntomas digestivos, como náuseas y vómitos; o síntomas vasculares, como taquicardia o sudoración; o debilidad muscular con temblores, entre lo más habitual.
No hay que olvidar que entre los efectos secundarios de la mayoría de los fármacos la aparición de mareos es también muy frecuente. En un estudio reciente se puso de manifiesto que el porcentaje de pacientes con mareos aumenta conforme se consumen más fármacos de manera que aquellos que toman cuatro o más fármacos llegan a presentar mareos hasta el 60% de ellos.
A muchos pacientes se les ha dicho que sus mareos son debidos a un problema de artrosis cervical que reduce el riego cerebral. Tenemos que decir que no existe ninguna evidencia científica que apoye esta afirmación y, en cualquier caso, si esto fuera así solo ocurriría en aquellos pacientes de edad avanzada con una artrosis cervical muy evolucionada.
El problema fundamental es el tratamiento, porque todas estas situaciones se tratan de forma distinta, como uno habrá podido adivinar por lo explicado anteriormente.
Sin embargo, algunos fármacos se han convertido en habituales en el tratamiento de los mareos. Me estoy refiriendo a fármacos como los antidopaminérgicos tipo fenotiazinas, domperidona, metoclopramida o sulpirida; antihistamínicos como betahistina, cetirizina, dimenhidrinato o meclozina, y benzodiacepinas como el diazepam. Todos ellos actúan sobre sistema nervioso central y producen múltiples efectos secundarios importantes.
Estos fármacos pueden tener un efecto puntual en las crisis agudas de vértigo y síntomas acompañantes, pero no tienen ningún efecto a largo plazo por lo que se deberían suspender inmediatamente pasado el episodio agudo. Sin embargo, es muy frecuente ver pacientes que siguen tratamiento ininterrumpido con cualquiera de estos fármacos, incluso durante años.
Cuando una persona comience con mareos, es importante tratar de averiguar qué tipo de mareo tiene conforme a lo que hemos explicado antes, incluida la posibilidad de que sea debido a un consumo excesivo de fármacos.
Si su médico decide iniciar un tratamiento con fármacos, pídale que lo suspenda en cuanto haya mejorado el cuadro clínico y tenga muy presente que el consumo crónico de fármacos para el mareo empeora otras situaciones a largo plazo.
Fuente: Reumatólogos de la Ciudad de Santa Fe
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