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ESTRATEGIAS EFICACES PARA MANEJAR EL DOLOR CRÓNICO Y VIVIR MEJOR

El dolor sucede en el cerebro y le afectan desde las emociones hasta lo que pensamos de él.

Nada menos que nueve millones de personas, una de cada seis, conviven a diario con el dolor crónico en España. Se calcula que el coste para el sistema sanitario de los tratamientos para esta enfermedad –como tal es calificada por la Organización Mundial de la Salud–, es de entre el 2,2% y el 2,8% del PIB. El dolor crónico afecta a quien lo sufre, sobre todo, pero también a todo su entorno. Y a pesar de ello sigue siendo un trastorno poco conocido y poco comprendido.

Uno de los hallazgos más importantes de las investigaciones en este campo es la subjetividad de la experiencia del dolor. Cuando algo nos duele, cada persona lo siente, comprende e interpreta de forma personal. Todos tenemos un umbral de dolor, una sensación y una tolerancia al dolor diferente.

Esta individualidad es una de las características de este fenómeno, y supone un reto a la hora de encontrar un tratamiento eficaz, pero a decir de los expertos, también abre muchas posibilidades, puesto que, con la información y el apoyo médico adecuado, cada persona puede acabar encontrando el método de manejo del dolor individualizado que mejor se adecue a sus necesidades. Como es una experiencia tan personal, ninguna otra persona puede llegar a comprender del todo el dolor del otro aunque lo intente, algo que hace que muchos pacientes se sientan incomprendidos.


Radiografía del dolor

Es una enfermedad, no un síntoma

El doctor Javier Medel, jefe de la Unidad del Dolor en el Hospital de la Vall d’Hebron de Barcelona, explica que el dolor crónico “es aquel que pasa de los tiempos normales de curación de una lesión en los tejidos y que se mantiene más allá de lo esperado. Su persistencia no es debida a lesión en sí, sino a factores que pueden cambiar la estructura del sistema nervioso y sensorial”. Medel insiste en que debemos recordar que se trata de una enfermedad y no de un síntoma, y que como tal es un derecho de los pacientes recibir el tratamiento adecuado.

La doctora Helena Miranda, especialista en dolor crónico desde hace más de veinte años y residente en Helsinki, donde ejerce como médico e investigadora, explica que el dolor es una reacción que se origina en el cerebro. “Es la interpretación que este hace de las señales que recibe del cuerpo respecto a un tejido dañado; una interpretación que realiza basándose en nuestras experiencias previas, los recuerdos o hechos que hemos oído o leído acerca del dolor, cómo nuestros padres reaccionaban al suyo propio o al nuestro cuando éramos pequeños...”

Y continúa: “Todo ello afecta a la interpretación que hace de esas señales. Por ejemplo, si te tuerces el tobillo mientras vas caminando por la calle los nervios empiezan a enviar señales al cerebro. Eso es importante porque así comprendemos que es importante no apoyarse en ese pie mientras siga herido. Pero en el dolor crónico, que es cuando el dolor es tratado y a pesar de ello persiste durante seis meses o más, las cosas son diferentes. Hoy sabemos también que el sistema nervioso central (SNC) y la médula espinal juegan un papel fundamental. La sensibilización del sistema nervioso central es clave en los casos de dolor crónico”.


Reacción del cerebro

“Interpreta las señales a partir de lo que hemos oído o leído del dolor, de cómo nuestros padres reaccionaban al suyo o al nuestro cuando éramos pequeños...”

Para comprender mejor esto, el doctor Medel habla de la llamada memoria del dolor: “Es importante, pues hace que nuestra estructura cerebral se vaya modificando y tengamos diferentes grados de aceptación del dolor en función de nuestras vivencias respecto a lesiones o episodios de dolor”.

Y es que, al parecer, en el dolor inciden mucho los cambios emocionales de la persona que lo sufre, explica este especialista, ya tengan que ver con el propio dolor o con la personalidad o el entorno del paciente. “Esto quiere decir que, muchas veces, la causa que generó el dolor crónico ha desaparecido y el dolor se mantiene por ciertas dimensiones que pueden perpetuar o potenciar su percepción”, comenta Medel.

La memoria del dolor explicaría, por ejemplo, el hecho de que un tercio de las personas que tienen artritis reumatoide en las rodillas y se operan para ponerse una prótesis no se beneficien de la cirugía y continúen sufriendo dolor después del tratamiento. “Su sistema nervioso se ha sensibilizado y el problema está ahí, no en la rodilla artrítica”, explica la doctora Miranda.


Memoria del dolor

“A veces la causa que lo generó ha desaparecido pero el dolor se mantiene” porque el sistema nervioso se ha sensibilizado

La complejidad de la enfermedad y los múltiples factores que inciden en ella hacen que los tratamientos también tengan que ser multidimensionales. Curiosamente, los fármacos solo son una pequeña parte, y ni siquiera la más importante, para abordarla.

“En estos casos no podemos valorar solo la parte física del paciente, sino también otros aspectos relacionados con la personalidad, la emoción, la cognición, factores sociales, laborales, la memoria del dolor… En el tratamiento del dolor la parte farmacológica es importante pero no es definitiva, ni es la más decisiva”, afirma Medel.


Tratamientos

“Los fármacos son importantes, pero no la parte decisiva; cambiar pautas de vida sirve para reordenar el cerebro y que el dolor sea más llevadero”

El tratamiento farmacológico, pues, ayuda a aliviar el dolor, pero según los expertos lo más importante es incluir en el tratamiento todas las áreas que pueden potenciarlo o favorecerlo. “Es fundamental potenciar todas aquellas acciones que pueden mejorar nuestro estilo de vida y que pueden reordenar, reestructurar o mejorar nuestro sistema nervioso central. El SNC está en continuo cambio, hay una plasticidad neuronal que permite realizar cambios en él cuando, por ejemplo, cambiamos hábitos de vida. Por eso es importante llevar una dieta saludable, hacer ejercicio, evitar cualquier estrés emocional o físico que pueden potenciar el dolor, no fumar, evitar el alcohol… Todo eso sirve para intentar reordenar el cerebro y que el dolor crónico sea mucho más llevadero”, aclara el doctor Medel.

Explica que los profesionales de la salud mental pueden ayudar a los pacientes a mejorar sus expectativas, el afrontamiento y la aceptación el dolor y a buscar “herramientas de autoayuda para un mejor control del dolor”.

La doctora Miranda explica cómo en diferentes culturas las personas tienen diferentes experiencias del dolor. El dolor de espalda, por ejemplo, es un fenómeno mucho más frecuente en los países industrializados, y prácticamente inexistente en países con menos recursos económicos. En ello inciden factores económicos, ambientales, sociales y culturales.

Miranda explica que, cuando se derribó el muro de Berlín, por ejemplo, las estadísticas arrojaban una enorme diferencia entre las personas con dolor de espalda de la Alemania del Este y la Alemania occidental. En el Este apenas existía el dolor de espalda, del que sí había altos índices, no muy diferentes del resto de Europa, en la otra Alemania. Diez años después de la reunificación se volvió a estudiar el asunto y se observó que las estadísticas se habían igualado: a los alemanes del este ya les dolía tanto la espalda como a sus compatriotas de la Alemania occidental.

Y si la cultura y los factores económicos y ambientales inciden en la percepción del dolor, los expertos coinciden en señalar que también las emociones juegan un papel fundamental. “El dolor depende mucho de nuestro estado de ánimo”, explica la doctora Miranda.

“Cuando estamos felices tenemos menos dolor que cuando estamos tristes o estresados, cuando hemos dormido poco, o cuando nos sentimos solos. También debemos recordar que aprendemos a comportarnos respecto al dolor durante toda nuestra vida”, comenta.

Las emociones y el estado de ánimo juegan un papel fundamental en la percepción del dolor

Y detalla que “cuando somos pequeños y nos caemos de la bici, por ejemplo, aprendemos de ello según se comporta respecto a nuestro dolor nuestra madre, según cual sea su reacción. Durante toda la vida leemos historias acerca del dolor o las escuchamos de nuestros amigos o familiares. Recogemos esa información todo el tiempo y el cerebro la va archivando en una especie de carpeta. La información que ahí se almacena es relevante, sin duda, pero eso no quiere decir que sea información correcta. Cuando el cerebro interpreta los síntomas que provienen del cuerpo va directo a esa carpeta, la lee en milisegundos, y la utiliza, aunque no sea del todo correcta, para producir dolor”.

Pero la experta en dolor asegura que nosotros podemos influir en ese proceso: “por ejemplo, proveyéndonos de información correcta acerca del dolor, y así podemos llegar a cambiar realmente la forma en que pensamos acerca de él y cómo reaccionamos. Nuestra mente es una herramienta muy poderosa en lo que se refiere a la gestión el dolor. La mejor medicina para el dolor está en nuestro cerebro”.


Otras estrategias

Cómo afrontar el dolor (más allá de la medicación)

Respecto al tratamiento, la doctora Miranda coincide con el doctor Medel en que no se puede tratar el dolor crónico solo con medicación: “La necesitamos y existen varios tipos que pueden usarse, pero no juegan un papel fundamental en estos casos, como creíamos antes. Quizá en el futuro tengamos mejores medicinas que vayan a la raíz del dolor y estén más personalizadas, pero en este momento, lo que hemos aprendido a partir de muchos estudios es que se necesitan muchas más herramientas. Existen muchos tratamientos no farmacológicos que han demostrado ser, como mínimo, tan efectivos como la medicación”.

“La mejor medicina para el dolor está en nuestro cerebro”

Y comenta que, “como médico, no puedo darles a mis pacientes una única clave que les ayude a controlar su dolor porque cada persona tiene que encontrar sus propias herramientas. La mejor medicación para el dolor neuropático que existe en la actualidad, por ejemplo, tan solo sirve al 30% de los pacientes. Y eso es lo mejor que podemos hacer por ellos en térmicos de fármacos”.

Pero hay otras estrategias que se pueden usar, según la doctora Miranda, para manejar mejor el dolor son:


1. Dormir lo suficiente y bien

“Sé que a veces esto no es fácil, pero hay que empezar por ahí, es muy importante”. Miranda recomienda comenzar por prestar atención a todas las pequeñas cosas que pueden incidir en nuestro sueño: utilizar tapones para los oídos, prestar atención a la temperatura de la habitación, etcétera.


2. Moverse

“Es importante hacer ejercicio, pero con alegría y con placer. Hacer algo que nos guste, como bailar, si es el caso, o ir al bosque a recoger setas… No hace falta ir al gimnasio o a la piscina. Es mejor buscar algo que nos guste y que implique movimiento, hacerlo con una buena música o con compañía, y luego premiarnos a nosotros mismos por haberlo hecho. Es mejor bailar durante dos minutos que no hacer nada. Así vamos construyendo un sentido de eficacia, de valía personal, de que “yo puedo hacerlo”. Y así enseñas al cerebro a usar nuevas redes, nuevas vías que le enseñan a premiar esos 3 minutos de baile, u otros ejercicios cortos”.


3. Calmarse

“Ayudar a desensibilizar el sistema nervioso autónomo, que con toda probabilidad está hiperactivo. Para algunas personas funciona el yoga, por ejemplo, o el pilates o el taichí, o escuchar música tranquila, meditación…. 20-30 minutos cada día pueden ser suficientes para calmar los nervios. Cuando somos capaces de disminuir la actividad eléctrica del cerebro obtenemos alivio inmediato del dolor”.


4. Más oxitocina

Rodearse de personas que nos ayuden y nos pongan de buen humor y buscar el contacto físico, que también ayuda a aliviar el dolor, como por ejemplo con un masaje suave. Incluso acariciarse a uno mismo puede funcionar. De este modo conseguimos que el cerebro produzca oxitocina, que es la hormona que alivia el dolor. “Tenemos que recordar que la mejor medicación para el dolor está en el cerebro” explica Miranda. “Hay que abrir ese botiquín del cuerpo y ayudar al cerebro a producir endorfinas, que son estupendas para aliviar el dolor”.


5. Conseguir buena información y tomar las riendas de la enfermedad

“Tras comprender que el dolor es un fenómeno biológico que sucede en el cerebro y que hay tantos factores que le afectan, desde el daño en el tejido hasta cómo dormimos, o cuál es nuestro estado de ánimo, lo que pensamos de él, si tenemos pensamientos catastróficos… nos damos cuenta de que podemos hacer mucho por nosotros mismos”, explica Miranda. “Por supuesto, tenemos ayuda médica, cirugía, distintos tratamientos de neuroestimulación, por ejemplo, pero lo más importante es empezar a creer que nosotros podemos hacer mucho más”.



Fuente: La Vanguardia

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