La gota es una enfermedad reumática dolorosa que causa inflamación en las articulaciones debido a los depósitos de urato (sal de ácido úrico) en los tejidos, tendones y ligamentos.
Se trata de una patología muy frecuente, ya que su prevalencia alcanza el 2,4% de la población adulta.
Además, se estima que 1 de cada 3 afectados está sin diagnosticar, ya que a veces los primeros síntomas pueden ser banales o inexistentes, y hay casos atípicos en mujeres o en ancianos, que pasan desapercibidos.
Existen numerosos pacientes seguidos en otras especialidades diferentes a la Reumatología con enfermedad renal crónica, psoriasis, hipertensión arterial o cardiopatía isquémica que además tienen hiperuricemia y gota sin diagnosticar.
Se estima que un 7% de los varones adultos tienen altos niveles de ácido úrico en sangre (hiperuricemia).
Si además se tiene en cuenta que habría que incluir como gota también a aquellos pacientes que tienen cálculos renales de ácido úrico o tofos (acúmulos tisulares de ácido úrico bajo la piel en zonas como los codos) y no han consultado al médico nunca por ese motivo, así como a las personas que tienen depósitos de cristales de ácido úrico en las articulaciones o en alguna otra localización sin padecer ningún síntoma (gota subclínica), es muy probable que la cifra sea más alta.
Diagnóstico de la gota: la ecografía va ganando terreno
El “patrón oro” para alcanzar el diagnóstico definitivo de la gota sigue siendo el examen con microscopio óptico de luz polarizada, que permite detectar a los causantes de la enfermedad, los cristales de ácido úrico, en el líquido de articulaciones inflamadas o en material extraído de tofos, con una alta especificidad. Asimismo, la obtención de líquido articular de un paciente con inflamación de una rodilla, un tobillo, un codo, una muñeca o el dedo gordo del pie puede permitir, realizar un estudio complementario microbiológico, bioquímico y de contaje celular. Ocasionalmente puede existir presencia de dos tipos de cristales en una articulación (pirofosfato de calcio y urato), o detectarse una infección bacteriana añadida a la gota.
Sin embargo, la tomografía computarizada de doble energía y, sobre todo, la ecografía (inocua y más accesible) se han posicionado como útiles herramientas que mejoran la precisión del diagnóstico de la gota, incorporándose también a los nuevos criterios de clasificación internacionales empleados en los estudios de esta enfermedad. Además, la ecografía permite cuantificar el número de articulaciones con inflamación y/o depósito cristalino, y también sirve de ayuda a la hora de guiar al médico en infiltraciones articulares y extracción de material para estudio mediante punción. Es por ello que está cada vez más presente en las consultas de Reumatología y otras especialidades como Atención Primaria o Traumatología.
Síntomas de alerta de la gota
Los síntomas más característicos de articulaciones con gota son 4: dolor (puede ser muy intenso, incluso con mínimos roces, produciendo a veces cojera al paciente), hinchazón, calor y enrojecimiento. Suele ser típico encontrar valores elevados de ácido úrico en algunas analíticas del paciente, pero no tiene por qué estar alta la uricemia en el momento del ataque, ni siempre igual de alta. Además, las concentraciones en sangre pueden variar y no son infrecuentes los casos de gota con niveles aparentemente bajos de úrico.
Se podría decir que cualquier paciente con inflamación articular recurrente o resistente al tratamiento instaurado en Urgencias o Atención Primaria debería ser derivado a consultas de Reumatología para su valoración. También pueden ser derivados al reumatólogo aquellos casos en los que existan dificultades en el manejo (por comorbilidades como enfermedad renal o cardiovascular) o ante dudas en el diagnóstico clínico en los pacientes con altos niveles de ácido úrico en sangre y/o con antecedentes de gota en familia, ya que, aunque no tengan síntomas típicos, pueden padecer formas subclínicas o poco sintomáticas de la enfermedad.
Fuente: Reumatólogos de la Ciudad de Santa Fe
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